miércoles, 21 de octubre de 2009

Sobre el amor y otros asuntos.




Pablo Pineda nació para romper los límites. Es el primer chaval europeo con Síndrome de Down que consigue un título superior en una universidad ordinaria, está haciendo su segunda carrera, tiene su trabajo en el ayuntamiento de Málaga y le acaban de dar la Concha al mejor actor en el festival de San Sebastián.


Pablo define su síndrome no como enfermedad, sino como característica más de la persona.


Antes de seguir a lo que quiero decir hoy, esto me hace pensar en pleno debate-manifestación contra el aborto que definitivamente abortar porque el niño que venga tendrá sindrome de down es de una increible deshumanización.


A lo que voy. La peli que protagoniza Pablo con Lola Dueñas se llama "Yo, también". No he ido a verla (dejemos mi triste vida social para otro momento), pero sí que me he mirado el trailer y la web (http://www.yotambienlapelicula.com/). Cuenta la historia de Pablo, que se enamora de una compañera de trabajo y de cómo va esa relación. Yo empecé a pensar sobre si las personas con esta característica tendrían un déficit sentimental. Claro está que son personas especialmente cariñosas y agradecidas, pero no acababa yo de ver que pudieran dar el paso que muchos, entre los que me incluyo, no nos atrevemos a dar: enamorarnos. Y entrar en la dinámica de enamorarse: el deseo y la relación física, la relación de confianza, de respeto, de complicidad, de buscar momentos, de querer estar con esa persona día y noche y sentirte como si te faltara un trocito cuando no está... Me planteaba si de verdad entre sus posibles deficiencias se encontraba ésta.


Me gustaría aclarar desde ya que el hermano mayor de mi padre es síndrome de down. No entraba en mis dudas ningún tipo de descalificación, sino la del absoluto desconocimiento del asunto. Simplemente me planteaba si es un argumento más de película o de verdad eso puede suceder.


Y hoy me pasó algo lindo. Línea 10 dirección Puerta del Sur, monto en Plaza Castilla en el primer vagón, like always. Me quedo de pie y tengo justo en frente a un chaval con síndrome de down y a su lado una chica, a la que no le veo la cara porque está completamente girada hacia él. En el transcurso de la conversación la chiquita se mueve y puedo comprobar que también es síndrome de down. Yo me bajaba en Alonso Martínez y lo mismo ella, así que han estado desde la última parada hasta Alonso despidiéndose. Abranzándose fuerte. Él la tocaba el pelo y sonreía. Ella se estrechaba contra él. Juraría que en ese momento no sabían donde estaban de tan concentrados que estaban en aprovechar el momento, SU momento. Al separarse se han acariciado la cara, han entrelazado sus manos, se han mirado como sólo dos personas que se quieren se pueden mirar. Y cuando han visto que el anden les ha pillado y ha entrado una luz diferente al metro, se han dado sucesivos besos, con la urgencia de las puertas que se habrían y el sentimiento de no querer separarse jamás.


Dudas aclaradas.