domingo, 31 de enero de 2010

Sobre el mito de la caverna

No deja de sorprender cómo un mito escrito hace 24 siglos tenga hoy la misma vigencia crítica. Podríamos encontrar diversas lecturas, de corte político, social, espiritual…pero vamos a centrarnos en el aspecto educativo.

Los hombres de la caverna viven teniendo como verdadero las sombras que ven proyectadas en la pared, de las que también proceden voces. Estas sombras y sonidos provienen de unos titiriteros que pasan por detrás, pero de los que no son conscientes. Considero que podemos entender perfectamente a nuestra sociedad dentro de ese paradigma: cada uno de nosotros como los hombres encadenados y los medios de comunicación detrás del muro. Hoy en día, vemos como verdadero lo que vemos en la televisión, oímos por la radio, leemos en los periódicos, sin caer en la cuenta de que la información, por mucho rigor que se precie de poseer, siempre viene de una mano subjetiva, que en un importante tanto por ciento de las veces, es una mano llena de intereses económicos o políticos. Nuestros alumnos le confieren por tanto a estos medios un talante casi sagrado y por lo tanto, válido para todas sus necesidades.

Lo que un medio de comunicación considere oportuno es automáticamente apreciado como verdadero y, siguiendo el tema de Platón, irremediablemente bueno. Y como estamos encadenados, por nuestros intereses, nuestra pereza o cualquier factor similar, en ningún momento nos planteamos que lo que estamos viendo puede no ser verdad, puede no estar bien. Nuestro trabajo como docentes no es anestesiar a nuestros alumnos e intentar que se alejen de estos medios, porque queremos educar a gente comprometida con su sociedad y eso no se hace alejándolos de sus bastiones. Nuestro trabajo es desarrollar en ellos un espíritu crítico de tal manera que, por sus propios medios, puedan liberarse de sus cadenas y contemplar que de lo que ven es efectivamente verdadero y bueno, y que es un engaño más con fines poco éticos.

Y en ese nuestro objetivo de inculcar un espíritu crítico, tenemos varios puntos que considerar:

* Nuestro propio espíritu crítico: Tenemos la obligación ética y moral como educadores de estar al día de lo que en nuestro mundo ocurre y formular una opinión argumentada y precisa, sin ningún tinte ideológico, de todo lo que nos rodea. Bajo ningún concepto tenemos que transmitir nuestra propia opinión a nuestros alumnos, pero sí la necesidad de tenerla, proporcionarle los instrumentos precisos para que creen la suya propia y mostrarle los límites, para no caer en relativismos. Y esto no se puede hacer si no empezamos por nosotros mismos.

* Considerar una ética de mínimos: Dentro de la libertad de pensamiento y expresión de cada uno de nuestros alumnos, hay que intentar evitar los relativismos y el todo vale, sobre todo por dos razones: son absolutamente necesarios los criterios de juicio para reconocer lo que está bien y está mal y además, no vivimos solos, sino que convivimos con otras personas con la misma libertad, derechos y deberes.

* Proporcionar la mayor información posible: Las opiniones mejor formadas son las que cuentan con varios y amplios puntos de vista. Hoy tendemos rápidamente a opiniones y debates vacuos, con el mero placer de gritarle al contrincante pero sin ningún afán constructivo, simplemente por ignorancia de lo que se habla.

* Crear en el alumno un entramado de técnicas, recursos, instrumentos, para que sepa reaccionar a cualquier vivencia que se le presente y sepa gestionar la información que le viene.

* Dejar al alumno que siga su propio camino: Evitar encorsetar el pensamiento del alumno en lo que nos interesa. Tenemos que intentar que se plantee el máximo de preguntas y ayudarle en las respuestas, no darle nosotros las respuestas directamente. El hombre aprende a partir de sentir deseos o necesidad de aprender y si proporcionamos respuestas antes de que las quiera, podemos encontrar reacciones como las de los compañeros de la caverna: lo recharazán, lo verán ridículo e indudablemente caerá en saco roto.

jueves, 7 de enero de 2010

:)

Le comentaba yo a Luismi hace unos días la diferencia que había sufrido en el cambio del fotolog al blog. Es uno muy simple: la sensación de que cuando una escribe en blog, tiene que escribir serio. Empezar a contar me ha pasado tal cosa o tal otra acompañado de foto me parece más del estilo del fotolog, y aunque tiene sus ventajas, como por ejemplo, tener un diario bastante fidedigno de mis dos años de foto y texto, me parece ya un poco cutre. Sensación ésta que aumenta cuando empiezas a enlazar con otros blogs y te encantan.

El problema viene cuando resulta que yo cada vez que escribo serio es para desahogarme. Por lo tanto, suelen ser reflexiones intensas y que dan la impresión de que ando arrastrando cadenas y lo que más me gusta en el mundo es automutilarme. Decía Luismi que le pasaba lo mismo, que tenía un diario de los últimos dos años que es un auténtico museo de los horrores, todo desgracias, porque cuando estás bien, no te sientas a escribir.

Hoy estoy bien, así que voy a recuperar el espíritu del fotolog:
Me han echado los reyes un disco duro multimedia, "Pequeñas infamias" de Carmen Posadas que me gusta un montón y el nuevo de artículos de Pérez Reverte (como es de artículos, estoy tranquila...), un molde para evolucionar haciendo bombones y un cacharrito del detergente para mi piso.
Me han echado los reyes de Paloma un cuadernito preciosisimo que llevaba yo detrás de comprármelo desde que fui a NY.
Me he echado yo misma una entrada para ver a Ismael Serrano, porque está feo regalarla yo y quedarme sin concierto.
Me han echado los reyes de Madrid una gotera que llega del techo al suelo y una presidenta de la comunidad que pasa de mí.
Me han echado los reyes del pueblo unas navidades geniales, y eso que la Navidad y yo no nos acabamos de llevar. Además, me han regalado el haber hecho por fin este postre y que me salga bien:
Ahora, a esperar que me echa el año...