jueves, 31 de diciembre de 2009

El traje nuevo del emperador


Ayer fui a los chinos, ese pequeño gran mundo que siempre huele igual, y escuché a una madre desesperada: "Si es que ahora el niño me pide que le cuente cuentos por la noche y no los encuentro por ningún lado", mientras rebuscaba entre un montón de cuadernitos para colorear.
Mi madre sí que nos contaba cuentos. Todas las noches. Y pensaba yo en que los cuentos reales, no los adaptados por Disney o los de las nuevas pedagogías, en las que todo es bonito y la princesa se casa con el príncipe, sino los de Andersen y demás, son bien crueles. La niña de los fósforos se muere en Nochebuena, la sirenita de verdad también moría, aquel del príncipe que tenía piedras preciosas por ojos no tenía mejor final.

A mi siempre me llamó mucho la atención "El traje nuevo del emperador", copy-paste de Wikipedia:

"Hace muchos años vivía un rey que era comedido en todo excepto en una cosa: se preocupaba mucho por su vestuario. Un día escuchó a dos charlatanes llamados Guido y Luigi Farabutto decir que podían fabricar la tela más suave y delicada que pudiera imaginar. Esta prenda, añadieron, además tenía la especial capacidad de ser invisible para cualquiera estúpido o incapaz para su cargo. Por supuesto, no había prenda alguna sino que los pícaros hacían que como que trabajaban en la ropa, pero se quedaban ellos los ricos materiales que solicitaban para tal fin.

Sintiéndose algo nervioso acerca de si él mismo sería capaz de ver la prenda o no, el emperador envió primero a dos de sus hombres de confianza a verlo. Evidentemente, ninguno de los dos admitieron que eran incapaces de ver la prenda y comenzaron a alabar a la misma. Toda la ciudad había oído hablar del fabuloso traje y estaba deseando comprobar cuán estúpido era su vecino.

Los estafadores hicieron como que le ayudaban a ponerse la inexistente prenda y el emperador salió con ella en un desfile sin admitir que era demasiado inepto o estúpido como para poder verla.

Toda la gente del pueblo alabó enfáticamente el traje temerosos de que sus vecinos se dieran cuenta de que no podían verlo, hasta que un niño dijo:

«Pero si va desnudo»

La gente empezó a cuchichear la frase hasta que toda la multitud gritó que el emperador iba desnudo. El emperador lo escuchó y supo que tenían razón, pero levantó la cabeza y terminó el desfile."


A mi siempre me dio mucha pena el emperador, porque no me podía creer que se hubiera dejado engañar tan fácilmente. Pero en este día, el oficial de los repasos, y las listas, y las palmaditas en la espalda cuando las cosas han ido bien y los conjuros a Dios, al destino, a las bragas rojas y la alianza en el champán del Mercadona, pienso cuántas veces somos emperadores. Cuántas veces nos dicen que las cosas van bien, fantásticas, el "no me puedo quejar" y la realidad es que estás desnudo, solo y desamparado. Pero ahí la llevas, paseándote como si fueras la leche y creyéndote todo porque no haces más que repetírtelo y oyes repetirlo.
Creyéndote que Belén Esteban está más guapa, que la crisis se va a acabar, que no te hace falta nadie para compartir tu vida, que podemos elegir cuando y cuando no nos enamoramos, que el tiempo no pasa por ti y que aguantas igual las noches de fiesta y a la gente que no te interesa. Y la realidad es que Belén Esteban tiene la nariz torcida, que la crisis no está en los bolsillos sino en las morales y eso no hace más que empeorar, que la felicidad si no es compartida no es felicidad, que el amor es un hijo de perra, que las resacas no se van con la ducha y el café y que acabarás desprendiéndote de todo lo que te hace perder el tiempo.
O por el contrario, las veces que estamos bien vestidos, las veces en las que realmente no nos podemos quejar y vamos de desvalidos por la vida. Quedeputamadre.

Así que no, no me voy a hacer más propósitos que el ser sincera y ponerme el traje que me dé la gana.
Sean buenos y felices, que tengan un lindo 2010 y no se pongan bragas rojas. Son una horterada.