domingo, 8 de noviembre de 2009

Para la libertad



Para la libertad


Sangro


Lucho


Pervivo.




(...)




aún tengo la vida.





Miguel Hernández creo que sabía lo que se decía, al menos respecto a la idea de libertad que le fue arrebatada y le llevó a morir con sólo 31 años en una prisión alicantina.

Hoy dos personas me han negado la existencia de la libertad. Dos personas que se dedican a la educación no formal, con unos curricula abultados tanto en formación como en acción social con niños, jóvenes y adultos. Dos personas coherentes, entregadas, apasionadas con su trabajo.

Pero no creen en la libertad. Se consideran y consideran al hombre en general como un esclavo, tanto de sí mismo como de la grandísima cantidad de influencias externas. Ciertamente, si empezamos a plantear los criterios de la libertad, a saber, ausencia de influencia o coacción tanto interna como externa, autonomía del sujeto, accesibilidad y posibilidad del cumplimiento del objetivo deseado, etc. vemos como dolorosamente nuestros ejemplos de "hombre libre" se nos escapan entre los dedos como fina arena. Y yo, sin saber muy bien cómo o cómo no definirla, he sentido algo dentro que se me ha rebelado.

Considero que hay que educar en la libertad aunque sea como valor utópico, como también hay que educar en el diálogo, la tolerancia, la verdad..tantos y tantos valores. Hay que hacer ver y hacernos ver que somos capaces, no de lo que nos da la gana, pero sí de cumplir nuestros objetivos, de poder hacer un proyecto de vida personal, único e irrepetible. Porque si nuestros valores espirituales reales o deseables caen y se deja de luchar por ellos, el hombre se hará esclavo, no podrá alzar su voz porque simplemente no la distinguirá del resto. Entrará en una deshumanización ante la cual no podremos darle una respuesta. A que ese hombre nos pregunte: "¿y por qué no me suicido?" y no tengamos ni una palabra adecuada porque no exista.

Aún tengo la vida es la afirmación de aquel que ha recibido tantos palos en la cotidianeidad que puede haber perdido el sentido de la vida, pero ese aún, ese aún finito nos da a entender que seguimos teniendo lo más grande: nuestra dimensión íntima, personal, espiritual, nuestra alma. Y ella es puramente libre, porque aún permanece y aún me define.

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